ARQUITECTO Y SACERDOTE NUMERARIO DEL OPUS DEI DESDE 1997
Había nacido en la ciudad de México el 4-VI-1931 y pertenecía al Opus Dei desde 1953 como miembro numerario.
RECUERDOS DE VÍCTOR DEL VALLE
En los tiempos de Elías Calles
"Las casas -le comentaba del Valle a Rodríguez Pedrazuela- se comienzan por los cimientos, y yo tengo que comenzar hablando de mi padre, que nació en México, como usted sabe, en Zacatecas concretamente, y era un alto funcionario del Banco de México. Tanto él como mi madre tuvieron que sufrir mucho durante el gobierno de Plutarco...
Eso era arriesgadísimo; en aquel tiempo negarse a obedecer una orden de Plutarco era como firmar la propia sentencia de muerte. Y sucedió lo que se temía: a los pocos días llegó a casa un motorista con una citación para el Palacio Nacional. Mi madre se sumió en un mar de lágrimas y se despidió de mi padre creyendo que no le volvería a ver...
Llegó a Palacio; le dijeron que Plutarco le esperaba en su despacho; entró; y nada más verle, Plutarco le arrojó la carta a la cara, diciendo:
-¿Así que usted es el mocho que ha escrito esto? A ver, ¿cómo se llama usted?
La carta cayó en el suelo, pero mi padre no se movió. Y le contestó impávido, recalcando cada palabra:
-Me llamo Bernabé del Valle.
Plutarco se revolvió furioso en su sillón y le ordenó con la mirada que se agachara a recoger la carta. Pero mi padre no se inclinó; alargó la mano y pulsó el timbre de mesa; se acercó un ordenanza y le dijo con mucho aplomo:
-Por favor: recoja esta carta que se le cayó al General.
Al oír esto, Plutarco se quedó desconcertado. Mi padre debió pensar: 'de aquí me envía al pelotón de fusilamiento. Pero...".
Victor me va relatando con gran expresividad su historia en una sala de su estudio de arquitectos. Cerca, sobre una mesa de trabajo, hay desplegados varios planos de futuros edificios. Por la ventana entra a raudales la luz del trópico.
"...pero Plutarco era un tipo imprevisible; y en vez de fusilarle, soltó una gran carcajada, y le dijo, con una expresión muy mexicana:
-'¡Así¡ ¡Así me gustan los machos, y no como toda esta partida de lambiscones que...! (y empezó a insultar a todos los que tenía alrededor) ¡Venga, venga, don Bernabé, deme la mano, que le quiero confirmar en su puesto!'
-Lamentablemente, General, no podrá ser -replicó mi padre-. Y le entregó una carta en la que renunciaba a su cargo.
Mi madre
En ese ambiente crecí yo, en una familia de nueve hijos, que tuvo que defender su fe en tiempos tan difíciles. Mi madre era una mujer de gran sensibilidad: le encantaba la música, la pintura y la literatura.
Ordenación de su hermano Luis (Picho): 28 de octubre de 1957
Sus hermanos: Jaime, Bernabé, Oscar, Picho, Raf, Víctor y Javier
Escribía muy bien y se la conoce sobre todo por sus relatos costumbristas. Tenía una gran ilusión: tener un hijo sacerdote y un hijo arquitecto; y soñaba con que sus hijos se entregaran a Dios. Y todo se lo concedió el Señor.
Se comprende por eso que cuando un hermano mío se fue a los quince años a un Seminario de los Jesuitas, mis padres no pusieran ningún obstáculo, ¡al contrario!; y que en 1953, cuando yo pedí la admisión en el Opus Dei -ya era mayor de edad, tenía veinte años y estudiaba tercero de Arquitectura- me dieran entera libertad: 'Es tu vida -me dijeron-; es tu decisión y la respetamos'.
Poco después, en 1954, me preguntó don Pedro Casciaro: 'Víctor: estamos empezando la labor en Monterrey y Guatemala. ¿Te gustaría ir a alguno de esos sitios?'
-¡Si! ¡Guatemala! -dije enseguida. Ahora, cada vez que lo pienso me sorprendo, porque yo soy un hombre eminentemente urbano: me fascinan las ciudades, los museos, las avenidas rebosantes de gentes... Sin embargo decidí venirme a este país donde el protagonista decisivo es la naturaleza. Pero pensé que aquí estaban sólo tres y me dije: '¡Allá voy! ¡A la aventura!'
Nunca se me olvidará lo que me comentó mi madre cuando me vine: 'Mira hijo mío, me gustaría mucho que te quedaras a mi lado, aquí, conmigo; pero mi felicidad es tu felicidad; y si tú eres feliz yéndote a Guatemala, yo soy feliz así'.
Esa idea me la repitió siempre, cada vez que iba a México, o hablábamos por teléfono: 'Víctor, me gustaría mucho tenerte a mi lado, pero te veo tan contento ahí, que mi felicidad es ésa: verte tan feliz'. Ese es el deber de las madres cristianas -me decía-: no buscar sus propios deseos, sus propias ilusiones, sino la felicidad de sus hijos'.
En Guatemala
Fuera de bromas, Guatemala me encantó nada más llegar. La Octava [el primer centro del Opus Dei en Guatemala] era una casita modesta, simpática, decorada con los cuatro muebles viejos que habían ido regalando: un sofá, dos lámparas, tres sillas desparejadas... Pero aquellos trastos, arreglados con paciencia y remozados con una manita de barniz y un toque de gracia, parecían otra cosa; y sus antiguos propietarios, al verlos restaurados, se sorprendían: '¿Pero cómo? -nos decían- ¿Este es el mismo sofá que yo tenía arrumbado en el desván?'
Venirme para acá fue una aventura; desde todos los puntos de vista; también desde el académico: en Guatemala no había Academia de Arquitectura y tuve que cambiar de carrera y ponerme a estudiar Ingeniería, con unas matemáticas de alto nivel que me costaron muchísimo. Pero fue una aventura de la que no me arrepiento, porque me obligó a ampliar mis conocimientos y me permitió fundar, años después, con unos cuantos más, la primera Facultad de Arquitectura en Guatemala.
Tuve que sacar tiempo debajo de las piedras; ir a la universidad, estudiar, organizar actividades formativas con jóvenes, con mayores, conseguir dinero para mantenerme... Recuerdo que me empleé de delineante, a tiempo parcial, y me pagaban 75 quetzales al mes.
Poco después, en septiembre de 1955, nos llegó otro 'refuerzo': Enrique Fernández del Castillo, un joven abogado de México. ¡Ya éramos cinco!
Venían por la Octava todo tipo de personas: jóvenes profesionales, señores casados, estudiantes... Eran católicos en su mayoría, aunque también venían judíos o protestantes como Roberto; y no faltaba alguno que alardeaba de ateo. Entre los estudiantes recuerdo a Jorge Palarea, que venía con mucha frecuencia a la Octava".
José Miguel Cejas
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